10. Silencio
De madrugada, el silencio es casi mortal. Masa da vueltas en la cama, sabiendo que es inútil que intente dormir. Hoy es una de esas noches que pasará en vela hasta el final, hasta que en algún momento del día siguiente caiga agotado. No puede hacer nada por evitarlo, y tampoco quiere más tranquilizantes.
Se acerca a la ventana y mira a través de las rejas. Están frías entre sus manos. Saito las mandó poner sabiendo que podía saltar o caerse por la ventana y hacerse daño sin quererlo. Suspira, aburrido.
La puerta también está cerrada. Si la abre, saltará la alarma y despertará a Saito. Y le obligará a tomar las pastillas que le hacen dormir. Aún así, se acerca a la puerta y se pega a ella, como tratando de escuchar al otro lado. Nada, silencio.
Da vueltas por la habitación, sin saber qué hacer. El tiempo corre con una lentitud agónica. Una par de horas antes descubrió que era inútil tratar de leer un libro, su mente no estaba en ello. Poco después vació su armario, y volvió a llenarlo con un nuevo orden. No hay nada más que hacer en aquella habitación.
Al final, acaba por sacar un taco de folios del escritorio, sentándose con ellos en la cama. Despacio, meticulosamente, va doblando cada uno hasta conseguir grullas de papel que deja a su lado, sobre la cama.
Por la mañana tendrá una bonita colección de grullas blancas.